Un primer paso hacia un urbanismo del siglo XXI: Ciudades sin semáforos

Desde antes de Cristo, las ciudades romanas ya diferenciaban el espacio destinado al tráfico rodado, en su caso carros y carretas, del espacio del peatón, esta diferencia quedaba claramente significada al rehundir la calzada a su paso por las ciudades y se sabe por las crónicas que las grandes ciudades del imperio, como Roma, tenían graves problemas de tráfico al tener tan acotado el espacio para circular, en cuanto ocurría un problema o una carreta tenía que descargar su carga, se producía un enorme embotellamiento en la calzada, que provocaba grandes atascos. Nos suena eso, ¿verdad?

Imágen de un paso de peatones romano tomada de biombohistorico.blogspot.com.es

A finales de los años 60 del siglo pasado, un ingeniero de tráfico holandés llamado Hans Monderman desarrolló una curiosa teoría llamada "shared space" o espacio compartido, en la que proponía algo tan revolucionario que el urbanismo había tenido que esperar dos mil años para que alguien pensara en ella.

Esta teoría consiste en eliminar cualquier separación entre el peatón y los automóviles, así como erradicar señales de tráfico, semáforos, líneas en el suelo y demás regulaciones, para permitir que el tráfico se integre en la ciudad e interaccione con el peatón. De esta forma Monderman estimaba que se mejoraría la actividad económica de las ciudades, se acabaría con los atascos y se mejoraría la seguridad.

En este mundo en el que vivimos, donde los concejales de urbanismo rara vez son urbanistas, una teoría tan radical es muy difícil que se lleve a cabo, pero sí que han aparecido ejemplos de ciudades que han eliminado los semáforos, como ha hecho Écija (Sevilla) hace poco o ya hizo Amorebieta (Vizcaya) hace años. Así mismo, tenemos ejemplos fuera de nuestras fronteras, como podemos ver en Portishead, Inglaterra donde ya se eliminaron hace años los semáforos o en este curioso documental de 15 minutos acerca de un cruce problemático en Poynton, también en Reino Unido.

Sólo hace falta un poco de voluntad, y algo de valor, por parte de nuestros políticos para que traten de mejorar nuestras ciudades no con viejas recetas de semáforos y multas, sino con apuestas nuevas y atrevidas  que se adecuen a las nuevas formas de vivir y de entender el espacio público.


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