Arquitectura que nunca fue II

En la segunda entrega de proyectos, que desgraciadamente no serán nunca construidos, presento dos proyectos completamente diferentes, pero en los que ambos fueron desarrollados a partir de una maqueta de trabajo, pieza fundamental en el desarrollo proyectual, ya que permite ver y solucionar problemas más fácilmente que con el dibujo.

El primero de los proyectos es un edificio para alojar un colegio de arquitectos en Castilla La Mancha. El solar se encontraba encajonado entre dos edificios de gran altura, pero el programa sólo permitía levantar tres plantas. El diseño trató de resolver el mayor problema que existía, que era la proporción; los edificios adyacentes creaban una sensación de encajonamiento, para lo cual se decidió que tras la fachada principal se abriera un gran atrio de 10 metros de altura que descomprimiese el espacio dando al usuario una sensación de amplitud.


La fachada trasera daba a un patio cuyo suelo se agujereó con lucernarios que daban luz sobre el escenario del salón de actos que ocupaba casi toda la planta sótano. El tratamiento de la luz fue una necesidad y en todo momento se cuidó con esmero. Desde los lucernarios del patio, pasando por las fachadas, que disponían de una piel compuesta de palos de bambú que tamizan la fuerte luz de La Mancha, así como la cubierta, formada por vigas de sección quebrada que controlaban el paso de la luz solar.


Además de controlar la luz, las vigas de la cubierta permiten eliminar pilares en las plantas, puesto que todo su peso descansaba sobre los muros medianeros. Con esto, unido a que los baños y demás cuartos de servicio estaban colocados en un lateral del edificio, permitía una enorme flexibilidad a cada planta, con lo que podría adaptarse a las diferentes necesidades de espacio.



El segundo proyecto que quería mostrar se encontraría en Berlín. Se trata de un centro cultural situado en la Postdamer Platz. El conjunto se encuentra rodeado de altísimos edificios, por lo que en lugar de competir con ellos en altura, situación inadecuada para el uso al que iba a estar destinado, se decide dialogar con los elementos de menor altura, como el intercambiador de pasajeros, con el que establece una relación compositiva. Este carácter de relación es el que se consigue entre el centro cultural y la estación intercambiador; un espacio fluido que permite detenerse y relacionarse antes de entrar en el centro cultural o en el intercambiador. Con entradas a diferentes niveles, se consigue dotar al edificio de grandes posibilidades de atracción, bien directamente desde el intercambiador, bien desde la calle o bien desde una da las plazas de nueva planta.


La cubierta, que se verá desde los altos edificios cercanos, lejos de ser un elemento monótono, se establece como un juego de planos inclinados bajos los cuales se desarrolla el nuevo centro cultural, que además se entierra ligeramente, para tener una conexión directa con el intercambiador.


El elemento más característico del edificio es la estructura, que se refleja en la fachada. Si en el anterior proyecto hemos visto una piel de palos de bambú, en este lo que vemos es la propia estructura del edificio, compuesta por un número elevado de pilares inclinados que dan personalidad al conjunto y cuando llegan a los bordes sirven para tamizar la luz que llega al interior.


Por la noche, la fachada permeable ilumina la plaza e invita a los peatones acercarse a mirar lo que ocurre dentro y a participar en sus actividades.

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