De cómo el sistema métrico facilitó las matemáticas, pero nos hizo perder el contacto con la realidad.

La Revolución Francesa supuso una ruptura con el mundo antiguo, fue el amanecer de un nuevo mundo, o al menos eso era lo que pretendieron los revolucionarios franceses, que pronto se dieron cuenta de que para que la revolución cambiara el mundo, tenían que cambiar la forma de verlo y así es como se pusieron manos a la obra para cambiar la forma en la que percibimos el tiempo, creando un calendario nuevo, con una semana de diez días; la forma de realizar transacciones económicas, apareciendo el Franco, basado en un sistema decimal, sustituyendo al antiguo sistema establecido por Carlomagno.

Metro (Fuente)

El Sistema Métrico Decimal fue desarrollado por Pierre Méchain, físico y matemático francés y Jean Baptiste Delambre, astrónomo y matemático francés, quienes con la ayuda del marino Gabriel Císcar y el matemático Agustín de Pedrayes, ambos españoles, lograron medir la longitud del meridiano que pasa por Francia (entre Dunkerque y Montjuic), estableciendo la medida del METRO, que sirvió como base para el resto de medidas de longitud, peso, volumen, superficie...

Así es cómo la Revolución Francesa trató de borrar las medidas del Antiguo Orden, en muchos casos basados en un sistema duodecimal, más arraigado en la cultura popular que el aséptico decimal, para establecer unas aleatorias y alejadas de la tradición, que no obstante, ayudaron al desarrollo posterior de la revolución industrial, facilitando, además el intercambio de conocimientos matemáticos y físicos al poder trabajar todos los científicos con las mismas unidades. 

Pro supuesto, los británicos no aceptaron las nuevas medidas de sus rivales franceses y siguieron y siguen con su sistema tradicional de pulgadas, onzas, libras, yardas, millas... recogidas de la tradición romana.

El Metro nació como la diezmillonésima parte de la distancia entre el Polo y la línea del ecuador terrestre. Esta medida ha ido cambiando con el paso del tiempo hasta alcanzar precisiones brutales, pero la idea de ser una medida aséptica, alejada de cualquier otra medida histórica, sigue siendo la misma. De esta forma se perdieron medidas de distancia apegadas al ser humano como el pie o el codo, fácilmente entendibles al estar relacionadas con el propio cuerpo y usadas desde el antiguo Egipto hasta las islas británicas. Pero también desaparecieron otras más nuestras, como la vara, muy usada en España y Portugal y que estaba relacionada con el bastón o vara que tenían y siguen teniendo los alcaldes; símbolo de su estatus, además se aprovechaba para que la comarca dispusiera de una medida estandar para medir sus propiedades.

 
Vara castellana esculpida en piedra (Fuente)

Respecto al peso, la Revolución estableció el KILO, que es el peso de un decímetro cúbico de agua a 4ºC (muchas veces olvidamos lo mucho que pesa el agua, sobre todo a la hora de colocar piscinas hinchables en terrazas o cubiertas). Esta medida desplazó a la libra y la onza (la duodécima parte de una libra), medidas de la época romana que han conseguido sobrevivir en algunos lugares. En Castilla se usó la libra castellana, más pesada que la romana, que se dividía igualmente en onzas, éstas a su ves en adarmes y por último, para pesos muy ligeros, existía el tomine. En muchos casos estas medidas de peso se trasladaban directamente a las monedas, transformando su peso en oro o plata y dando lugar a monedas como la libra.

En Castilla se usó una medida que hoy utilizamos constantemente, con un significado completamente distinto, claro; me refiero a la arroba (@), que equivalía a 25 libras castellanas (unos 11,5 Kg) y que aún hoy día se utiliza para medir el peso de las naranjas en Valencia o el peso de los sacos de las hojas de coca en Perú.

Pero sin duda, donde el cambio se hizo más evidente fue en las medidas de superficie. En particular con las grandes medidas que se usaban para medir las parcelas agrarias, que pasaron a medirse en áreas (actualmente en desuso), metros cuadrados y hectáreas, olvidando medidas como la FANEGA y perdiendo el contacto con la realidad. 

Para entender esa pérdida de perspectiva, tenemos que ponernos las gafas de una persona de la antiguedad, antes de los medidores láser y la fotografía aérea. En aquel timepo era muy complicado medir la superficie mas allá de establecer unos límites naturales, como un arroyo, una masa de árboles o una peña. En esta época la mayor parte del campo estaba en manos de unos pocos señores que arrendaban las tierras a muchos campesinos a cambio de una renta en especie y aquí es donde surge la cuestión clave, como siempre la economía, que es lo que ha movido al mundo desde que el hombre es hombre.

¿Cuanta superficie de tierra puedo arrendar a una persona para que al cultivarla pueda vivir de ella, pero además, tenga la posibilidad de poder darme una parte en concepto de renta? De la respuesta a esta pregunta surgieron medidas como la fanega en Castilla y el ferrado en Galicia, medida de superficie que sigue en uso.

 
Media fanega.

Para el cobro de las rentas, los propietarios de las tierras (señores, eclesiásticos o reyes) utilizaron una unidad que conocían y que podían repetir infinitamente en el tiempo: un recipiente de madera en el que cabía una cantidad fija de trigo. Para poder cultivar esa cantidad de cereal era necesaria una superficie de terreno determinada, por lo que el problema de establecer una unidad de superficie adecuada a los aperos de labranza de aquel tiempo, se solucionó fácilmente. 

Etimológicamente, fanega deriva del término árabe "faddan" que viene a significar algo así como "lo que un par de bueyes pueden arar en un día". De esta manera una unidad de volumen, como era la fanega, se convirtió en una unidad de superficie. A su vez, se estableció la fanega como un cuadrado de 100 varas de lado y dando de nuevo un sentido a dicha medida.

No obstante, lo que en la plana meseta castellana era fácil de construir, resultó casi imposible en la abrupta Galicia, donde además cada valle tiene unas característica climatológicas y de composición del suelo, que hizo que la fanega, llamada en esas tierras, ferrado, se adaptase al lugar y fuera encogiendo o ampliándose de acuerdo con la riqueza de cada terreno . Este es el motivo por el que en Viveiro (Lugo), un ferrado sean 700 y pico metros cuadrados, mientras que en  Redondela (pontevedra), son 69 metros cuadrados.

Muchos años más tarde, a mediados del siglo XX, el genial arquitecto y artista suizo, Charles Edouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier, trató de recuperar para la Arquitectura unas medidas que estuvieran relacionadas con el hombre, creando el modulor y tratando que se convirtiera en un estándar universal de la construcción.

Modulor

No consiguió tener éxito en este campo. El hombre se ha olvidado que una vez, era el centro del universo y todo giraba entorno a él.

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