Una grieta en una fachada puede asustar un poco, pero antes de salir corriendo o empezar a apuntalar el edificio, conviene que nos detengamos un momento para tratar de averiguar sus causas.
Se suele pensar que un edificio es algo estático, pero nada más lejos de la realidad, todas las construcciones se mueven: se asientan en el terreno, son movidas por el viento, incluso los diferentes materiales que lo componen reaccionan a la temperatura contrayéndose y dilatándose; esto hace que puedan aparecer grietas en cualquier parte del edificio, pero volviendo a las de la fachada, que son las que nos ocupan hoy, éstas pueden aparecer por varias causas: un mal apoyo de la fábrica de ladrillo, que provoque un desplazamiento del mismo, un aumento del tamaño de los ladrillos por absorción de humedad, el movimiento diferencial del ladrillo respecto otro acabado de la fachada, un asentamiento irregular...
La primera medida si detectamos una grieta es la colocación de uno o varios testigos en la pared. Un testigo es una placa de yeso de aproximadamente 4x10 cm aplicado en perpendicular sobre una grieta, sobre la cual se escribe la fecha del día de su colocación y se va controlando para ver si se fisura o no, puesto que el yeso se parte con movimientos de unos pocos milímetros. Si pasado un tiempo no se agrieta, significa que la causa que originó la grieta ha desaparecido. Si ésta apareció a los pocos años de la construcción, pudo haberse debido a que el edificio se haya terminado de asentar en el terreno, pero puede deberse también a un gran número de causas, desde el descenso/aumento del nivel freático a un aumento de la humedad del terreno causada por la tala de un árbol cercano. En cualquier caso, si no aparece la grieta en el testigo, se puede reparar la grieta.
Si el testigo de yeso se agrieta, significa que está viva, en movimiento, que es el momento adecuado a en el que debe llamarse a un arquitecto para que éste dictamine sus causas.
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