El curioso caso del libro de mantenimiento o por qué la gente se gasta más dinero en mantener su coche que su casa.

Llevo un tiempo dándole vueltas y no creo haber llegado a otra conclusión más que por ignorancia. Un gran número de reparaciones, costosas en la mayoría de los casos, podrían ahorrarse si los usuarios de un edificio le prestaran la mitad de atención de la que prestan a sus vehículos. Al fin y al cabo, una vivienda supone un gasto mayor que un coche, se pasa más tiempo allí, se realizan más y mejores actividades e incluso puede ser hecha a medida de uno mismo. 

En mis seis años de experiencia profesional, me he encontrado con diferentes casos de reformas/rehabilitaciones en las que un simple mantenimiento, como la revisión del estado de las tejas de la cubierta, la limpieza de los sumideros para evitar su taponamiento por tierra y plantas o el control del funcionamiento de las instalaciones del edificio hubiera hecho que no hiciera falta realizar ninguna obra de reforma.

Tanto la LOE (Ley de Ordenanza de la Edificación) como el CTE (Código Técnico de la Edificación) establecen que debe existir un documento que incluya las instrucciones necesarias para el correcto mantenimiento del edificio: el Libro de Uso y Mantenimiento que debe de ser redactado por el Arquitecto director de la obra e incluido en el Libro del Edificio. En él se establecen unas normas de uso de las instalaciones del edificio, así como los tiempos de revisión de las diferentes partes de la construcción: fachadas, cubiertas, carpinterías, elementos de madera, suelos, fontanería, saneamiento...

Parece que un edificio no necesita mantenimiento hasta que está que se cae. Menos mal que el Ayuntamiento de Madrid obliga a pasar una revisión cada 10 años. La cantidad de inspecciones técnicas (ITE) en las que los propietarios no quieren arreglar una fachada, porque es la del patio trasero y nadie la ve...

¡Cuanto nos ahorraríamos si un edificio fuese un coche!

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