Entre calderas anda el juego.

Calderas de gas, leña, gasoil, eléctricas, biomasa, atmosféricas, estancas, de condensación... el catálogo es enorme y cada vivienda necesita una adecuada para ella en función de la superficie, uso (agua caliente y calefacción o sólo calefacción), ocupación, frecuencia de uso, aislamiento y orientación. Hoy voy a hablar de las calderas de biomasa y de las ventajas que veo en su uso.

Las calderas de biomasa utilizan residuos forestales y procedentes de la agricultura como combustible: tenemos huesos de aceitunas y de melocotón, cáscaras de pistacho y piñones y lo que se denomina pellet, que es un producto que se obtiene de la madera, por lo general procedente de las limpiezas forestales y de las fábricas de madera. Básicamente es serrín compactado en forma de cilindros a los que no se les añade ningún aditivo, por lo que su combustión no genera las emisiones nocivas de los productos químicos.

Imagen extraída de Wood Pellet Vietnam

Frente a la desventaja del precio, ya que su coste es alrededor de un 20% mayor que una caldera de gas o de gasoil, tenemos una serie de ventajas, entre la que destaca el precio de su combustible, que es un 50% más barato que las dos anteriores. Esto nos lleva a que en uno o dos años podamos haber amortizado la inversión.

Por otro lado, su combustible (pellets en su mayor caso), 100% español, nos permite liberarnos de la dependencia de las grandes empresas de suministros, facilitándonos la posibilidad de elegir el mejor precio para nuestro combustible. Así mismo, los 14 millones de hectáreas de bosque que hay en nuestro país (según la F.A.O.), generan un constante flujo de materia prima, lo que da estabilidad a los precios.

Por último, desde el punto de vista ecológico, estas calderas contribuyen a mantener limpios los bosques, puesto que su combustible procede mayoritariamente de las limpiezas de montes y de la creación de cortafuegos, incluso sus residuos, cenizas procedentes de la madera, son reciclables ya que pueden usarse como abono.

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