Hace dos siglos el ingeniero escocés John McAdam desarrolló un sistema para pavimentar carreteras consistente en una sección de varias capas de grava y áridos machacados, que en sentido ascendente iban reduciendo su diámetro para permitir rellenar los intersticios de las capas inferiores. Con la llegada del siglo XX se vio la necesidad de adecuar la red de carreteras a las nuevas necesidades impuestas por el, cada vez mayor, número de automóviles. En España se conoce como macadám y empezaron a construirse en 1906.
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Después llegó el asfalto, con su multitud de fórmulas para adecuarla al lugar donde se encuentre, que ha estado siendo usado en todo el mundo en la construcción de carreteras casi sin competencia hasta que llegaron las carreteras de hormigón, que han empezado a ganar su cuota de mercado, debido fundamentalmente a su mayor durabilidad que las anteriores. No obstante y en gran parte por esta competencia, las grandes petroleras (recordemos que el asfalto es básicamente una mezcla de piedra machacada y petróleo refinado) está investigando sobre las posibilidades de conseguir carreteras de asfalto mas económicas, silenciosas y menos contaminantes usando nuevas fórmulas, como neumáticos reciclados en la composición de los betunes y alquitranes, consiguiendo pavimentos de asfalto más duraderos y seguros.
En los años ´60 del siglo pasado un ingeniero americano, Scott Brusaw, concibió la idea de construir carreteras que pudieran generar energía con la luz del sol. no se trata de colocar paneles solares en los laterales de las carreteras o en las marquesinas de los aparcamientos, sino de fabricar células solares que sirvan como firme y tras cinco décadas de estudios y desarrollo al más puro estilo americano, es decir, trabajando en su garaje de Idaho, consiguió de la Administración Federal de Transportes, la agencia que se encarga del mantenimiento y de las carreteras estatales americanas, un contrato para construir su primer prototipo.
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Su empresa Solar Roadways está fabricando carreteras que no se agrietan con el calor del sol, sino que lo usan para generar electricidad para las poblaciones por las que pasan o a los vehículos que las recorren y pueden fundir la nieve para lograr una conducción más segura. Sólo en España, la Asociación Española de la Carretera estima que se necesitan unos 5.500 millones de euros anuales para el mantenimiento y mejora de las carreteras interurbanas. Lógicamente el coste de estas nuevas carreteras aún es una incógnita, ya que no se fabrican los paneles en masa, pero una red de 25.000 km (red de carreteras en España) de paneles solares pueden producir mucha energía.
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Otra característica que tienen estas carreteras, formadas por paneles hexagonales anclados a una estructura inferior, que contienen células fotovoltáicas y luces led en su interior, es que son realizadas con vidrio, material que puede ser reciclado al 100%. Otro punto más a su favor es la capacidad de estas superficies a adecuarse al uso al que están destinadas; las líneas que delimitan los carriles pueden modificarse en caso de obras o servir para advertirnos de posibles obstáculos más adelante, pueden modificarse para convertir un paso de cebra en la linea de meta de una maratón o para hacer más grande un paso de cebra durante una manifestación, además al ser luminiscentes, mejoran la visibilidad por la noche.
Todo son ventajas y en breve veremos la primera carretera solar en Estados Unidos. Si alguien se anima apoyar el proyecto, pueden participar en esta campaña de crowdfounding.
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