La luz es un aspecto fundamental en el proceso proyectual y tener en cuenta cómo entrará e iluminará los espacios que el Arquitecto está diseñando, hará que ese espacio se perciba de una u otra forma. Un muy buen ejemplo de cómo tratar la luz y los diferentes tipos de luz para configurar un espacio es el proyecto de Eduardo Chillida para la montaña de Tindaya, en La Oliva, Fuerteventura. La actuación consiste en crear un enorme vacío que hace perder la escala al individuo que se mete en él y cuyo interior sólo contiene el vacío, sin nada más que le perturbe o llame la atención al visitante que dos grandes huecos que adentran la luz del sol y de la luna en su interior.
(Fuente)
La luz solar es muy diferente a lo largo del año, muy marcada por las estaciones: más vertical en verano y más horizontal en invierno; pero también a lo largo del día, por lo que antes de empezar a diseñar hay que situar el proyecto en el mapa, brújula en mano y tener muy en cuenta, desde el primer momento, hacia donde miran las fachadas, ya que no debería ser tratada igual una fachada que se abre al este, que una que se abre al norte, puesto que la radiación solar es completamente distinta e incidirá de forma distinta en nuestro edificio.
En el croquis superior, muestro unos primeros bocetos para una vivienda unifamiliar, en la que la luz, el recorrido del sol del amanecer al ocaso, es quien organiza los espacios interiores y exteriores de la misma. De este a oeste, en planta baja, se disponen los diferentes espacios públicos relacionados con actividades matinales, diurnas o nocturnas, como el salón, el comedor, la cocina, el porche, la piscina... dejando una planta alta completamente abierta al sur, para que los dormitorios disfruten de la mayor cantidad de luz posible.
Un buen proyecto, incluso, debe tener en cuenta y tratar de aprovechar la propia luz que genera el edificio para iluminar por la noche sus espacios exteriores o simplemente para hacerse ver.
En el croquis superior, muestro unos primeros bocetos para una vivienda unifamiliar, en la que la luz, el recorrido del sol del amanecer al ocaso, es quien organiza los espacios interiores y exteriores de la misma. De este a oeste, en planta baja, se disponen los diferentes espacios públicos relacionados con actividades matinales, diurnas o nocturnas, como el salón, el comedor, la cocina, el porche, la piscina... dejando una planta alta completamente abierta al sur, para que los dormitorios disfruten de la mayor cantidad de luz posible.
Un buen proyecto, incluso, debe tener en cuenta y tratar de aprovechar la propia luz que genera el edificio para iluminar por la noche sus espacios exteriores o simplemente para hacerse ver.
En este croquis, realizado hace varios años para un concurso en Albacete, un edificio para albergar la delegación provincial del Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha, debía de contar con espacios para oficinas, despachos, aulas y salas de conferencias. Mi proyecto situaba el salón de actos en planta baja, para facilitar el acceso. Sobre este espacio se alojaba la terraza del restaurante-cafetería, que gracias a una serie de lucernarios en la cubierta del salón de actos, aprovechaba la luz solar por el día para iluminarse y servía para iluminar la terraza por la noche.
Este último croquis pertenece a una serie de bocetos sobre cómo debía de ser la cubierta de esa delegación, donde el tamiz de la luz solar y la posibilidad de recoger el agua de lluvia jugaban un papel importante a la hora de diseñar la estructura que daba forma a la cubierta. Este pequeño estudio también servía como homenaje a un arquitecto manchego de excepción, Miguel Fisac, quien investigó incansablemente sobre la plasticidad del hormigón armado y desarrolló en los años sesenta del siglo pasado un buen número de preciosas y estilizadas estructuras de hormigón.
Este último croquis pertenece a una serie de bocetos sobre cómo debía de ser la cubierta de esa delegación, donde el tamiz de la luz solar y la posibilidad de recoger el agua de lluvia jugaban un papel importante a la hora de diseñar la estructura que daba forma a la cubierta. Este pequeño estudio también servía como homenaje a un arquitecto manchego de excepción, Miguel Fisac, quien investigó incansablemente sobre la plasticidad del hormigón armado y desarrolló en los años sesenta del siglo pasado un buen número de preciosas y estilizadas estructuras de hormigón.
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